El suspiro
Acababa de apagar la luz cuando lo escuché.
Pareció venir de junto, surgir del otro lado de la cama, del fondo de la almohada siempre vacía. Abrí los ojos y me pregunté si ya me había llegado la hora de los temores nocturnos.
El suspiro fue corto y profundo, casi una simple respiración, si no fuese por el temblor de queja que dejó vibrando en el aire.
Sentí ese temblor y comprendí. Era yo. Era mi angustia desdoblada.
Me dí la espalda y me dormí.
Pareció venir de junto, surgir del otro lado de la cama, del fondo de la almohada siempre vacía. Abrí los ojos y me pregunté si ya me había llegado la hora de los temores nocturnos.
El suspiro fue corto y profundo, casi una simple respiración, si no fuese por el temblor de queja que dejó vibrando en el aire.
Sentí ese temblor y comprendí. Era yo. Era mi angustia desdoblada.
Me dí la espalda y me dormí.
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