Luz parda

viernes, noviembre 12, 2004

Beso en la boca robado a Miguel Hernández

Boca que arrastra mi boca...
No sé si la luz polvosa de esta mañana,
o el frío que se pega a las piernas.
Puede que la oscuridad del pasillo en el que se desmayan los libros
o los talones de unos pies definitivos en el departamento de arriba.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.

Creo que más bien las heridas que de vez en cuando
se me abren en la frente.
O tal vez el aletazo de la paloma callejera
que se paró a espiar y a picotearse las pulgas.
El reflejo de mi boca pálida dentro del marco de lata
que despierta los reflejos de otras bocas.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

La confusión de letras y polvo sobre la mesa.
Las imágenes que se descuelgan y caen de entre los rizos de mi cabeza
y se amontonan alrededor de la silla de madera.
Esa silla en la que me siento a imaginar una curva
carnosa y levemente sonrojada.

He de volver a besarte,
he de volver. Hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos enamorados.