Luz parda

domingo, octubre 31, 2004

75019

Desde el fondo de la tarde
ya oscura gracias a los planes de escritorio

me/se/te deshacemos frente al argos
expectante de los edificios
múltiples cercanos y ajenos

y la caída acompasada de mí/tú/eso
se vuelve un espectáculo de mesa

sin ruido de botellas ni risas ni aplausos

solamente el clic del reloj de viaje
que todavía no ha sido puesto a la hora imaginaria

viernes, octubre 29, 2004

Pensando en la mujer que sabe latín...

"¿Cómo te diría que estoy triste? Si se tratara de la 'vaga, metafísica y vergonzosa tristeza de existir' no habría problema, pues la tenemos bien codificada y definida. Pero esto es otra cosa.
No es propiamente tristeza. Inquietud por haber diferido la realización de un deseo, de una esperanza".
Rosario Castellanos. Carta a Ricardo Guerra.
No voy a ponerme aquí a discutir la larga y compleja relación que sostuvo Castellanos con el único hombre que amó. Eso ya lo han hecho otros, y otras...
A mí lo que me interesa ahora es la nuez amarga del fondo, la madeja dura y reseca de emociones que agotan el repertorio verbal y que definimos con una sola palabra: tristeza.
Queremos volver comprensible el enredo, pero hay cosas que por sabidas se callan. Tenemos la impresión de que los otros intuyen lo que nuestras frases no alcanzan a desplegar; sabemos, más aún, que los demás han vivido algo que se acerca a nuestra experiencia. Pero al no encontrar la palabra justa, el concepto redondo, nos detenemos en el sustantivo bien conocido y caminado: tristeza. Y luego se hace el silencio.
El río frío que te corre por el pecho, decía mi abuela. Y cuando lo decía, se tocaba algo que iba más allá del torax, hacia ese espacio inmaterial que desborda el estómago, que se sale del vientre. Y lo decía, memoriosa, quebradiza, caminando en el vértice de un amor añejo.
La cartografía de lo concreto tampoco alcanza para desentrañar la madeja.
Quedémonos entonces con esa palabra, tan desnuda y tan temible. Quedémonos con el sonido que produce al desprenderse de los labios y que flota un instante antes de escurrir y caer sin hacer ruido.
Acordemos que esa es la palabra que subtitulará el montón de frases que acomodamos torpemente y que derrumbamos con una constatación: "ni yo me entiendo".
Yo quiero utilizarla en la forma en que Rosario Castellanos dudo en hacerlo. Meter en ella el temblor que provoca la posposición de la esperanza. Reflejar en su superficie la imagen de un deseo que camina de espaldas. Tal vez así, al bautizar el desorden, aunque sea con agua turbia, sea más fácil exorcizarlo. Y acaso al nombrarlo, sea menos esquivo y más susceptible a nuestros intentos por cazarlo, por quebrarlo con las manos.
Total, el catálogo de sustos a los que nos exponemos por el solo hecho de respirar es vasto, como vasta tendrá que ser la lista de trampas que ingeniaremos para eludirlos. Darles un nombre no es más que una entre muchas estrategias. Por lo demás, de repente podemos sorprendernos con un brinco en el estómago que nos recuerda que el contento no se ha ido para no volver. La misma mujer que sabe latín.. lo dijo cuando, en Tel-Aviv, recibía noticias de su hijo:
"¡Somos tan poco! ¡Nos consolamos con tan poco!
"Yo por ejemplo, borro todas las cicatrices del pasado, desatiendo todas las presiones del presente, me olvido de todas las amenazas del porvenir con sólo mirar una tarjeta postal a colores que representa el Calendario Azteca y que dice 'estoy muy contento. Saludos'. Y firma: Gabriel".

martes, octubre 26, 2004

Regresando

Noche y agua: yo no busco la guerra pero el tema se vuelve el círculo de una sinfonía. El telón de fondo de mis cavilaciones.

Salgo del cine vuelta de cabeza. ¿Quién me manda buscar en la luz de la pantalla la sombra de mis fantasmas? Pero no puedo resistirlo. Me mata la sola idea de acurrucarme en la butaca a creer que el cine es mejor que la vida. Por compacto y por múltiple.
Salgo y veo la luna borroneada en el cielo, como dibujada con crayola blanca sobre cartulina negra. Suspendida encima del canal y bajo ella el mosaico de ventanas, oscuras o iluminadas de los edificios que están del otro lado del agua.
Paso de largo junto a los modestos muelles donde duermen peniches vueltas bares o cabarets navegantes. Algunos patos flotan su sueño. Me pregunto qué diablos hacen aquí en lugar de estar volando rumbo a Africa. Junto a mí pasan un perro babeante y su dueña guapa y jetona. Los dos tienen el pelo muy negro y la misma cara de fastidio.
Por un instante me siento personaje de nouveau roman: deconstruida pero en un marco genial...

sábado, octubre 23, 2004

A veces me doy cuenta

Otra vez otro color:
Hasta el viento sabe distinto.

Hace unas noches me sorprendió la suavidad del otoño. Después de un aguacero de carreras y maldiciones, la ciudad quedó pulida y fresca como la adolescente que dejó de ser hace siglos.
La humedad trajó la bendición del equilibrio térmico, y la brisa que patinaba pausado por la banqueta me tamborileaba un rizo contra la cara. Como no lo había hecho en mucho tiempo, respiré sin cortes y sin respingos, fui casi feliz.
Caminaba viendo la punta de mis zapatos alternarse uno frente al otro. Nunca he podido caminar con la vista al frente: me falta naturalidad. La cabeza y los ojos suelen irse hacia alguna nube/rama suspendida, o bajarse buscando un pensamiento en el grano rugoso del pavimento. Me da pánico que mi mirada no tenga un lugar de consuelo donde posarse.

Especulación de charco:
El temblor verde de la hoja que se va a echar a volar.

Cómo se puede desear, de repente y con la fuerza eterna de un segundo, un abrazo a media calle… Me pasa seguido, sobre todo cuando voy a trote alegre por la soledad urbana de la noche. Puritita deformación emocional. Se quiere justo lo que no puede ser aún si se nos aparece como una necesidad ineludible. O por eso.
Y el deseo se disfruta a fondo, como el último trago de cerveza que acompaña una plática sentida. Pensaba en eso y sentía el dedo del viento manso recorrerme el cuello y la espalda. El escalofrío de la ausencia del abrazo.

Una mirada ajena a través de una ventanilla:
El semáforo cambia y un auto se aleja con sonido de gotas quebradas.

Final incierto

Dice mi madre: -Disfruta, que es tu primera vez.
Se escucha una puerta que se cierra.
¿En qué momento se sabe que ya no alcanza la sombra del umbral?

viernes, octubre 22, 2004

Borde/Filo/Canto


I'm not ready for this/Though I though I would be/I can't see the future/Though I though I could see/I don't want to leave you/Even though I have to/I don't want to love you/I still do/Need some time to find myself/I wanna live within/Can I go my own way/Can I pray my own way/I don't want to leave you/I need you/Am I ready for this/Did I think I would be/Can I see the future/No, I can't see
...sleepless at the edge of Dolores O'Riordan's voice. I couldn't find the words. You couldn't find the time.

jueves, octubre 21, 2004

Wishful thinking

Anuncio en el metro de París:
"Même pas froid"

miércoles, octubre 20, 2004

Frente a mí

La rana le dijo al ornitorrinco:
-Tierno, pero con espolones ocultos.
El ornitorrinco le contestó a la rana:
-Fría y humeda, de canto reverberante.

Después nadaron juntos.

martes, octubre 19, 2004

Ya me voy

¿Serán compatibles el temblor en el estómago y la calma en la voz?
Siempre he vivido así, pero siempre lo olvido.
Dentro de un ratito volveré a saber que sí.

De horas...

Dice Cristina que quien escribe no quiere estar...
Y es un deseo cumplido: un reflejo de luz parda en los charcos que comienzan a pudrirse en las banquetas de una ciudad.